A lo largo de mi experiencia como nutricionista he podido ver que la dismorfia corporal es un trastorno más frecuente de lo que pensamos.

Las personas, en especial las mujeres, vivimos alejadas del espejo o mantenemos una relación conflictiva con nuestro reflejo.

La dismorfia corporal tiene un abanico amplio en su expresión. Los complejos se apoderan de la mente y aparece un rechazo que hace que al mirarte al espejo no te aceptes a ti mismo/a. Hablamos del físico, es nuestro vehículo para funcionar en la vida terrenal. Es nuestra imagen, y más allá de ser algo superficial es como nos mostramos al mundo . Y nuestra imagen habla mucho de lo que sucede en nuestro interior.

En el campo de la nutrición, todo lo que manifiesta nuestro cuerpo es materia para saber cuál es la circunstancia del organismo.

Por ese mismo motivo, como nutricionista, a lo largo del tratamiento presto mucha atención y doy especial importancia a la comunión con nuestro cuerpo. Establecer con él una relación sana y conocer de qué estamos hechos y cuáles son necesidades del cuerpo nos permite aportar a nuestro organismo lo ideal y en consecuencia se convierte en salud. El bienestar orgánico se traduce en bienestar emocional.

Los problemas de piel, ojos y pelo, los desajustes hormonales, el exceso de estrés, los dolores de cabeza, el sobrepeso, el bajo estado de ánimo, etc. son fenómenos que están relacionados con el malestar en general y rechazo a nosotros mismos.

• Ser valiente desde el cuidado propio para enfrentar nuestros propios complejos.
• No rechazar esa parte de nuestro cuerpo, sino darle lo que necesita para mejorar y reparar la asociación mental distorsionada y condenada.
• Aportar rutinas de autocuidado en las zonas que necesitan especial atención te reconecta contigo mismo desde el afecto.

Aprender a cuidarse de forma saludable reduce al completo la dismorfia corporal y proporciona la capacidad de vernos en el espejo desde el amor y el respeto a nosotros mismos.